No se quizo dar la media vuelta, no eran las cadenas del orgullo las que le impedían moverse
era el coraje hacia el momento lo que le tomaba de los
hombros
y le trataba de tirar al suelo,
sin siquiera mirar cómo se iba cortando y desangrando al
caminar,
se sujetó al cinturón dos pistolas cargadas con gritos y otra
con llanto
pero era insuficiente combatir contra lo que le estaban
disparando a quema ropa,
sus ojos emanaban rabia color carmesí
que se expandía por las cuencas de sus ojos
para inundar su rostro como señal de guardar su enojo
en la poca paz que le había quedado,
no desenfundo esta ocasión ningún arma
solo guardo silencio para ver que sentencia su ejecutor le
daba...
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